2 jun 2012

ARQUITECTURA ELEMENTAL DE LA DISIDENCIA

Entendemos la disidencia como el arte de manifestar públicamente el desacuerdo radical entre el criterio propio y las tendencias instaladas en la sociedad que tratan de presidirlo, rebajarlo o desactivarlo atribuyéndose el monopolio de la legitimidad para crear sentido. Dada la gravedad del disentimiento que la parte dominante empieza por negar con el disimulo de tolerarlo, no cabe una reconciliación entre los oponentes, tan sólo la necesidad de introducir un margen de separación que experimenta en primer término el discrepante (de ahí que la etimología de disidir sea dissidere, ‘sentarse lejos’), seguida de un enfrentamiento explícito al que lo empuja la fuerza de las circunstancias cuando no logra construir un escenario alternativo para vivir la divergencia según las normas del pensamiento sobre el que se sustenta. Es preciso aclarar que esta contienda no es una declaración de guerra, sino la respuesta a una situación preexistente de adoctrinamiento y manipulación categórica que no admite enmiendas en su ámbito de poder, que se extiende de lo ideológico a lo religioso, de lo económico a lo político, de lo transnacional a lo local y de lo estatal a lo privado.

Hemos puesto el énfasis en el significado creativo de la disidencia porque, como toda disciplina artística, tiene la vocación de transfigurar con su mirada las realidades con las que se relaciona, así como una estrategia que combina el talento personal con la práctica encaminada al perfeccionamiento de las técnicas, soportes y conocimientos que maneja. La disidencia supone un compromiso virtuoso del disidente frente a las exigencias alienantes del sistema, y como el sistema es totalitario en el ejercicio extralimitado de sus funciones, el carácter antagónico de su obra crítica también debe serlo, sin olvidar que toda actitud inconformista que quiera organizarse contra sus adversarios debe contar con dos fundamentos: voluntad de rechazo y voluntad de destino. Veamos los trazos esenciales de cada una:

1. Voluntad de rechazo 
1.1 La mentalidad disidente no se limita a reformar las reglas de juego, piensa y quiere otro juego: opera mediante conceptos revolucionarios. Su rechazo del sistema es completo, no admite reajustes parciales que, con razón, interpreta como una componenda en beneficio de lo establecido. 
1.2 Cualquier concesión al contrincante debe ser planteada como una maniobra para aprovechar la fuerza del contrario facilitándole un simulacro de confianza que le haga bajar la guardia y, así, poder estudiarlo desde cerca hasta encontrar el momento propicio para sorprenderlo con un ataque certero. 
1.3 La disidencia es la expresión más selectiva del descontento y, por ello, se trata de un frente minoritario. Sus integrantes deben saber que sólo contarán con escasas oportunidades de éxito cuando el caos social sea máximo y la masa sea receptiva para asumir lo inadmisible.

2. Voluntad de destino 
2.1 No basta con combatir al enemigo común, toda la potencia de la disidencia será insuficiente mientras no exista una comunidad interna de valores fundados sobre sentimientos sólidos que vayan más allá de las emociones reactivas, y por otra parte justas, como la revancha política.
2.2 Todo camarada, antes que cómplice, debe ser hermano, y esto por dos motivos: uno táctico y otro psicológico. Por un lado, es más difícil dividir a una familia unida que a un grupo de adeptos; por otro, no es posible que los guerreros saquen lo mejor de sí mismos si no disponen de un clima de regeneración afectiva definido por la confianza mutua.
2.3 La hermandad debe regirse por ideas que no se agoten en la aversión al enemigo exterior y puedan, por tanto, aprovechar los vínculos compartidos como un denominador de entereza en la adversidad. La lucha es más vehemente y se ejecuta con menos temor a las represalias cuando se apoya en la afinidad de un parentesco que en objetivos abstractos, como el triunfo de una creencia, o puramente materiales, como la obtención de una recompensa.

En realidad, más que el razonamiento único inculcado por el sacramento comunitario de la mansedumbre, coexisten varias versiones uniformadoras de razonar que se disputan la primacía cultural de la cautividad humana, pero todas ellas inspiran disidencia a quien sabe pensar por sí solo. 

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